miércoles, 12 de noviembre de 2014

Habitantes del matorral II

En la última entrada os hablaba un poco sobre la avifauna más característica de los ecosistemas montanos de matorral cantábrico. En esta entrada sin embargo voy a centrarme principalmente en los mamíferos (y algún reptil) que utilizan en algún momento los piornales, brezales o escobales de la Cordillera o que bien hacen de los mismos su hábitat natural más habitual. Multitud de fauna peluda utiliza este tipo de ambientes. Grandes mamíferos y pequeños roedores. Depredadores y presas. Pasan desapercibidos la mayoría del tiempo encamados entre la impenetrable maraña matorral y sólo delatan su posición al amanecer o atardecer cuando abandonan la seguridad del piornal para alimentarse en zonas cercanas.

Vista del paisaje típico de la Cordillera con formaciones de matorral en las zonas superiores.

Comenzaré por la que es sin duda la especie estrella, la liebre de piornal (Lepus castroviejoi). Como bien indica su nombre, este lagomorfo utiliza zonas de piornal (aunque por supuesto también brezal, escobal e incluso bosques) para desarrollar su ciclo vital. Esta liebre se alimenta de vegetales de diferente tipo en las zonas aledañas a los matorrales y también dentro de la propia mata, ya que fijándonos observaremos que la parte inferior de un piornal tiene el aspecto de un campo verde lleno de nutrientes para un herbívoro de este tipo. También gusta de mordisquear de vez en cuando las cortezas de las plantas que le sirven como refugio, sobre todo en las épocas más difíciles cuando la nieve hace imposible acceder a otro tipo de alimento.

Liebre de piornal (Lepus castroviejoi) campeando al amanecer junto a un piornal cantábrico.

Liebre de piornal (Lepus castroviejoi).

Aunque ya dediqué una entrada en el blog hace tiempo a la especie, creo que merece la pena recordar algo sobre la misma. Esta especie fue descrita hace relativamente poco (1977) por Palacios y recibe su nombre científico en honor al biólogo gallego Javier Castroviejo. El ejemplar a partir del cual se describió la especie fue una liebre del puerto de Ventana, límite entre León y Asturias. Las principales características morfológicas de la especie incluyen un tamaño intermedio entre la liebre ibérica (Lepus granatensis) y la liebre europea (Lepus europaeus), unas orejas relativamente cortas en comparación con las demas liebres, un contraste definido entre dorso y vientre y un diseño facial peculiar con una marca blanca que va del ojo al hocico y rodeando la mejilla. Además el color blanco no asciende por la parte posterior de las patas, cosa que si sucede en la liebre ibérica.

Vista frontal de una liebre de piornal (Lepus castroviejoi) donde se aprecia la marca blanca que va de cada ojo al hocico.

Vista lateral de una liebre de piornal (Lepus castroviejoi) donde se aprecian las características mencionadas.

El pasado mes de Agosto, una pareja de liebres de piornal se alimentaban en un campo junto a un denso piornal al amanecer. Como comenté en la entrada anterior, la estructura que realmente beneficia a la gran mayoría de especies propias de los matorrales es aquella que intercala zonas abiertas con lugares de refugio, es decir, una estructura en mosaico. En verano las gramíneas tenían un tamaño considerable y las liebres se alimentaban de las espigas de las mismas, separándolas del tallo con gran pericia.

Pareja de liebres de piornal (Lepus castroviejoi) comiendo en el límite de un piornal.

Libre de piornal (Lepus castroviejoi) alimentándose de gramíneas en un amanecer estival.

Personalmente considero que una especie como la liebre de piornal, con una ubicación única en el mundo (la Cordillera Cantábrica), que no es continua en toda su distribución (a pesar de que sea abundante puntualmente) y con un declive en sus poblaciones no debería cazarse, al menos así lo recomienda la IUCN, que aconseja un estatus de Vulnerable para la especie (hemos de recordar que la IUCN sólo recomienda estatus de conservación en función a una serie de estudios científico-técnicos, sin embargo y lamentablemente carecen de peso legal). Sin embargo, aún se caza la especie en la gran mayoría de su territorio de distribución de forma legal y estoy seguro que de forma ilegal en aquellas zonas donde está prohibida su caza. Me aventuro a decir que si esta liebre apareciese en una tierra donde osos y urogallos no fuesen las estrellas gozaría de otro grado de protección, sobre todo si hablásemos de una zona fuera de las fronteras de nuestro país.

Liebre de piornal (Lepus castroviejoi) entre la alta vegetación típica de mediados de verano.

No es difícil desencamar una liebre de piornal cuando los senderos por los que caminamos atraviesan el hábitat típico de la especie, sin embargo, la presión cinegética a la que están sometidas en ciertas zonas hace difícil el observarlas con tranquilidad desarrollando algún tipo de comportamiento curioso. Ambas liebres se alimentaron durante una hora aproximadamente y de vez en cuando se perseguían unos metros para posteriormente seguir alimentándose. Las liebres de piornal pueden servir de alimento a multitud de especies como lobos o águilas reales y es por ello que no han de bajar la guardia. Un detalle curioso es que si observamos una liebre de espaldas, veremos que los ojos sobresalen por los laterales, haciendo que el campo visual cubierto por los animales sea mucho mayor y puedan reaccionar con mayor rapidez ante cualquier peligro.

Vista posterior de una liebre de piornal (Lepus castroviejoi) donde se aprecia la posición de los ojos.

Tras llenar sus estómagos las liebres se dirigieron a un talud arenoso, con abundante tierra suelta, para revolcarse y desparasitarse. Jamás había observado este comportamiento en liebres de piornal ni tenía constancia del mismo. Las liebres se tumbaban en la bañera de tierra y giraban para restregar tanto su parte ventral como el lomo. Utilizando sus patas delanteras cavaban en el talud para acondicionar su zona de baño. Posteriormente se sentaban y acicalaban diferentes partes del cuerpo desde las patas a la parte posterior de las orejas. Tras la sesión de limpieza, ambos ejemplares desaparecieron entre la espesura del matorral para soportar las horas más calurosas del día. La abundancia de bañeras en el pequeño talud mostraban que era una zona utilizada de forma habitual.


Liebre de piornal (Lepus castroviejoi) dándose un baño de tierra.

Liebre de piornal (Lepus castroviejoi) acicalándose tras el baño de tierra.

Momentos así en los que las especies muestran su comportamiento habitual hacen que merezca la pena cada segundo en el campo. La liebre de piornal es una especie no conocida por todo el mundo y de la que existen pocos estudios teniendo en cuenta la importancia que supone el contar con una especie única en el mundo en nuestras montañas y que utiliza los matorrales como morada. Realizando esperas en divsersas zonas querenciosas para la especie, un día un ejemplar salió a alimentarse al atardecer en un entorno inigualable y es que los piornos estaban en flor. La distancia era elevada pero la observación fue mágica ya que intenté captar al animal en su ambiente, el cual no podía ser mejor.

Liebre de piornal (Lepus castroviejoi) campeando entre los piornos en flor de la Cordillera Cantábrica.

Además de la liebre son relativamente abundantes los herbívoros cantábricos en este tipo de formaciones vegetales. Desde los pequeños y mágicos corzos, hasta los imponentes ciervos hallan en los matorrales de la Cordillera un refugio tranquilo y seguro durante el día. Los que campeáis habitualmente por estas montañas estaréis familiarizados con la escena de un corzo saliendo cerca de nuestra posición alertado por nuestra presencia y alejándose dando llamativos saltos mientras sus escudos anales, de un color blanco impoluto, destacan para avisar a los demás ejemplares del peligro presente.

Hembra de corzo (Capreolus capreolus) asomando entre las escobas.

Las poblaciones de corzo han disminuido de forma notable en los últimos años. Una mosca parásita (Cephenemyia stimulator) cuyas larvas crecen en la faringe de los corzos dificultando su respiración puede haber contribuído (aunque no existe ningún estudio en la Cordillera al respecto). Sin embargo, no debemos olvidar el alto furtivismo que sigue siendo importante en ciertas zonas de la Cordillera (sobre todo en aquellas donde los cazadores no realizan las cacerías acompañadas de un guarda, por ejemplo Alto Sil). Es cierto que se ven muchos menos corzos, pero llama la atención que sobre todo se vean muchos menos machos (lo que podría indicar claramente los efectos del furtivismo, a pesar de que generalmente las hembras sean más abundantes que los machos en muchas poblaciones animales).

Joven macho de corzo (Capreolus capreolus) asomado entre unas escobas.

Los corzos han sabido adaptarse a gran cantidad de ambientes (a pesar de recibir el pseudónimo de "duendes del bosque"). Podemos ver corzos en lo más profundo de un hayedo, pero también en la mitad de un trigal castellano o en un piornal subalpino. El pelaje de los corzos luce grisáceo y espeso en invierno mientras que se torna rojizo y fino en verano. Nunca dejará de sorprenderme como la fauna es capaz de soportar las inclemencias más severas de la naturaleza, desde intensas nevadas en invierno hasta calurosos días en verano y la Cordillera es un lugar donde podemos observar perfectamente este tipo de contrastes.

Hembra de corzo (Capreolus capreolus) con pelaje de verano junto a unas brecinas floridas.

Pareja de corzos (Capreolus capreolus) con pelaje invernal. A principios del invierno los machos de corzo pierden las cuernas, sin embargo en la fotografía se aprecia claramente el mechón de pelos del pene en el primer ejemplar.

Como dije anteriormente también los ciervos (Cervus elaphus) utilizan los matorrales frecuentemente para descansar, alimentarse y también durante la berrea. El descaro de estos animales durante la época de celo contrasta notablemente con su timidez durante el resto del año. La berrea supone un desgaste muy importante para estos animales y lleva mucho tiempo el recuperarse. A principios de la primavera pierden sus cuernas y se ven indefensos, saliendo a alimentarse al amparo del atardecer y utilizando la noche como refugio.

Macho de ciervo (Cervus elaphus) berrando en Septiembre en un ambiente de matorral.

Hembras de ciervo (Cervus elaphus) corriendo en un brezal cubierto de nieve a principios de la primavera.

Macho de ciervo (Cervus elaphus) campeando en una zona de matorral pocas semanas antes de la berrea.

Otro rey indiscutible de los matorrales es el jabalí (Sus scrofa). Su cuerpo compacto y aeródinámico esta perfectamente adaptado para adentrarse en lo más espeso de piornales, escobales e incluso zarzales y acebales. Su gruesa piel los protege de cualquier tipo de daño y los convierte en fieras tanquetas que utilizan su hocico para detectar raíces y otros alimentos a los que acceden hozando el terreno.

Jabalí (Sus scrofa) en el límite de un piornal al atardecer.

Al contrario de lo que sucede con los corzos, las poblaciones de jabalí han aumentado de forma importante en las últimas décadas en ciertas zonas de la Cordillera. Como curiosidad, mi padre me cuenta que cuando él era joven eran muy pocos los jabalíes que se veían en el noroccidente leonés y los cazadores de la zona bajaban al Bierzo a cazar jabalíes ya que allí eran más abundantes. Resulta increíble que esto fuese así viendo las densidades de jabalí que albergan hoy en día ciertas zonas de estas montañas. Si la gestión o percepción de especies como el lobo ibérico, controlador natural de las poblaciones de jabalí, fuesen las adecuadas, otro gallo nos cantaría y me aventuro a decir que la salud de los ecosistemas sería plena.

Hembra de jabalí (Sus scrofa) hozando en busca de alimento mientras un rayón la imita a su lado.

Hembras de jabalí (Sus scrofa) con rayones.

Un ejemplo superlativo del nivel de cinismo de ciertos sectores se ejemplifica con los casos de daños por causa del jabalí. Resulta que muchos ganaderos acusan al lobo de ser el causante del declive del sector, de acabar con su forma de vida e incluso me atrevería decir que lo llegan a acusar de la calvicie de más de uno. Sin embargo, con los datos encima de la mesa, los jabalíes pueden ocasionar pérdidas mayores a las que causa el lobo en términos económicos. Sin embargo el lobo es el demonio y los jabalíes no hacen nada ya que como pueden acribillarse a tiros cuantos más haya mejor. Con los datos encima de la mesa por cada euro que se gasta en compensar daños de lobo se gastan 10 en compensar daños de otras especies, por lo que al Estado le saldría mucho más barato mantener buenas poblaciones de lobo que las altas densidades de ungulados que aparecen en muchas zonas. Sin embargo, este tipo de información no aparece en los periódicos. En los casos en los que se reconocen los daños de jabalí los lobos también son culpables de ello según ciertos sectores. Recientemente leí una noticia (la cual no soy capaz de encontrar para colocar aqui el link) en la que los cazadores aseguraban que los lobos distribuídos en las zonas altas hacían que los jabalíes se refugiasen en los valles para evitar los ataques y así causaban daños importantes en los cultivos. Provoca vergüenza ajena sólo con leerla. Cada uno que saque sus propias conclusiones en lo que respecta a este asunto, pero yo lo veo muy claro.

Y ya que estamos con el lobo, los ambientes de matorral también son utilizados por esta especie regularmente. Es lógico que al albergar numeros importantes de individuos de especies presa (liebres, corzos, ciervos o jabalíes) el lobo encuentre en los matorrales cantábricos una despensa a la que recurrir en busca de alimento. También suelen utilizar este tipo de zonas para ubicar la lobera donde parirán a sus cachorros en primavera.

Lobo ibérico (Canis lupus) en un brezal cantábrico de la Cordillera.

Tras numerosos amaneceres en zonas adecuadas un día el majestuoso carnívoro nos deleitará con su silueta cruzando un claro al abandonar brevemente la espesura. El ejemplar de la fotografía fue descubierto un amanecer mientras se alimentaba de la pata de un ungulado (posiblemente un rebeco) tumbado entre las arandaneras. Un grupo de rebecos vigilaba los movimientos del cánido mientras este mordisqueaba insistentemente el resto animal. Al empezar a calentar el sol el animal se levantó y se refugió en un piornal cercano no sin antes haber cogido la pata entre sus fauces. Las fotografías fueron tomadas a mucha distancia y tienen un recorte considerable para evitar cualquier tipo de molestia.

Lobo ibérico (Canis lupus) tumbado entre las arandaneras al amanecer.

Lobo ibérico (Canis lupus) cargando con la pata de un ungulado al amanecer.

También el mayor carnívoro de la península utiliza de forma habitual los ecosistemas de matorral en la Cordillera. El oso pardo campea durante el celo primaveral en zonas de piornal y escobal y a finales de verano es habitual su presencia en las matas de arándano. Los que hayáis hecho esperas a la especie os habréis preguntado seguramente como es posible que un animal de semejante tamaño pueda desaparecer en medio de cuatro escobas mal puestas. Y es que es habitual que los osos pardos encamen con la salida del sol en cualquier lugar, resultando imposible creer que desaparezca ante nuestros ojos en un ambiente aparentemente limpio de maleza.

Oso pardo cantábrico (Ursus arctos cantabricus) asomado en una escarpada ladera compuesta de peña y matorral.

Prácticamente todos los carnívoros utilizan los tupidos matorrales en algún momento. Desde zorros a tejones, pasando por martas y garduñas son buenos amigos de campear entre los arbustos. Por supuesto, el gato montés también encuentra refugio en este tipo de ambientes siendo además unos de los más utilizados por la especie. Obviamente la estructura en mosaico ya explicada para otras especies es esencial a la hora de reunir los requisitos necesarios. Ratones, topillos, ratas toperas y pequeñas o medianas aves utilizan también los piornales por lo que alimento no faltará para aquellos que tengan a estas especies como componentes habituales de su dieta.

Gato montés (Felis silvestris) descansando al sol en un piornal.

También algunos reptiles están presentes en estas formaciones impenetrables para el hombre. Víboras de Seoane (Vipera seoanei) y lagartos verdinegros (Lacerta schreiberi) se refugian entre la maleza y se solean en la base de los piornos o encaramados a sus ramas.

Víbora de Seoane (Vipera seoanei) soleándose al amanecer bajo una escoba seca.

Detalle de la hembra de Víbora de Seoane (Vípera seoanei).

Joven lagarto verdinegro (Lacerta schreiberi) soleándose al amanecer sobre un piorno seco.

Como hemos visto en este repaso por los ecosistemas de matorral de la Cordillera Cantábrica, lejos de ser lugares sin vida e inútiles, son refugio y hábitat de gran multitud de especies, algunas muy importantes a nivel estatal o mundial. Por ello, espero que con estas entradas os hayáis acercado un poco más a este tipo de ambientes y sean valorados como les corresponde.

jueves, 9 de octubre de 2014

Habitantes del matorral I.

Hola a todos. Mucho tiempo sin actualizar el blog pero sin embargo muchas entradas en la recámara por lo que espero ponerme en serio y actualizar más a menudo ya que sois muchos los que me habéis dicho que ya iba siendo hora. Como sabréis soy dado a realizar extensas entradas en lugar de breves y eso hace que en algunas ocasiones sea complicado organizar el material obtenido y que otras veces esperes a fotografiar una especie concreta para lanzarte con la redacción de la entrada. No obstante creo que voy a alternar alguna entrada extensa con otras más breves para dar algo más de vidilla al blog y no decepcionar a aquellos que esperan la actualización del mismo (que aunque sean pocos, alguno hay). Otra novedad es que he decidido añadir una marca de agua extra en las fotografías ya que cada día son más las fotografías que me encuentro por la red habiendo borrado mi nombre, o tomadas prestadas sin ni siquiera preguntar. No me enrollo más y ahi va la actualización.

Hoy comienzo con una entrada que va a estar dividida en dos partes dado que si fuese una sola sería demasiado extensa. En ellas voy a hablaros de la vida que albergan unos de los ecosistemas que pasan desapercibidos para la mayoría y que a simple vista parecen agrestes y desprovistos de vida alguna. Son los piornales, escobales y brezales cantábricos, a los cuales podríamos hacer referencia como ecosistemas de matorral. Por encima del límite forestal y sin llegar a las cotas de los ecosistemas alpinos encontramos este tipo de formaciones vegetales que a priori resultan monótonas, aburridas y homogéneas pero que sin embargo sirven de refugio a multitud de especies que los escogen para criar, cazar o bien esconderse durante las horas más calurosas del día.

Formación típica de matorral que incluye brezo (Erica australis) y piorno (Cytisus sp.) en una mañana neblinosa de verano.

Lógicamente en todo momento me refiero a los matorrales que surgen de forma natural y que supondrían la etapa climax en la sucesión vegetal correspondiente. Me explico, existen matorrales en zonas bajas ( prados abandonados, zonas quemadas, etc) que son simplemente una etapa más en la sucesión hacia la etapa climácica, por ejemplo al abandonar una zona de pasto en el valle lo primero que obtendríamos sería un pastizal, posteriormente una formación matorral y finalmente la sucesión culminaría en un bosque (que en este caso sería la etapa clímax). Sin embargo en las zonas de media-alta montaña el matorral sería la etapa climáx, es decir, no evolucionaría más allá de el estado de matorral. Son este tipo de formaciones matorrales las que albergan mayor diversidad dado que al ser una etapa culminante de una sucesión existen multitud de especies que han sabido adaptarse a las mismas.

Formación típica de matorral con dominancia de piornal.

Las especies vegetales que nos encontremos en cada zona dependerán de diversos factores pero en general el tipo de suelo (siliceo o calizo) será el más determinante. Por ejemplo, en suelos siliceos es típico el arándano (Vaccinium myrtillus) mientras que en suelos calizos es típico el enebro rastrero (Juniperus communis). Si observáis detalladamente las fotografías veréis que en el fondo estos ecosistemas no son tan homogéneos como parecen ya que en el medio de los mismos pueden aparecer canchales, turberas, camperas o alguna mata de abedules en una zona protegida que favorece su aparición y es precisamente esta estructura en mosaico lo que favorece la diversidad. Vuelvo a repetir por si no ha quedado lo suficientemente claro que este tipo de formaciones surgen de forma natural, no quiero escuchar barbaridades del estilo "Hay que prender fuego que sino no hay matorral y se extinguen las pardas" o "Las explotaciones al cielo abierto vienen de lujo ya que posteriormente surge matorral y beneficia a muchas especies". Este tipo de afirmaciones son burradas inabarcables por ninguno de los campos de la ciencia.

Límite superior de la zona de matorral con una cota de 2000 msnm

Multitud de aves, mamíferos e incluso anfibios y reptiles (dejando a un lado los numerosísismos invertebrados) escogen las formaciones de matorral como su hábitat típico o bien como una zona importante dentro de su ciclo vital. En la entrada de hoy nos centraremos en las aves. Lo que para nosotros supone un muro infranqueable como puede ser un piornal maduro de la Cordillera, para un pájaro de pequeño tamaño supone un bosque en miniatura donde anidar y encontrar alimento. De hecho muchas aves típicas del matorral nos recuerdan a ratones en sus correrías por el suelo en busca de comida.

Acentor comun (Prunella modularis)

Una de las aves más comunes en estos ambientes es el acentor común (Prunella modularis). Reclamando en el pico de un piorno o una escoba de forma insistente es fácil localizarlo. Cada macho tiene su territorio y lo defiende fieramente de cualquier intruso de su misma especie persiguiéndose rápidamente entre los matojos. Además podemos observarlo en los límites entre el matorral y la campera alimentándose en el suelo de pequeños invertebrados. En general utiliza espesos matorrales para construir su nido y deposita en el mismo varios huevos azules, esto hace que en muchas zonas de la Cordillera se le llame azulina, azuleja o azulejina.

Pechiazul (Luscinia svecica) cantando en el pico de un piorno en la Cordillera Cantábrica.

En general las aves de este tipo de ambientes son de tonos pardos y discretos. Supongo que para no llamar demasiado la atención de posibles predadores en zonas tan abiertas. Sin embargo, con todas ellas contrasta una especie que reclama desde una atalaya elevada y cuyo pecho azul brillante destaca entre el verde homogéneo de la tupida vegetación. Es el pechiazul (Luscinia svecica). Esta especie encuentra en la Cordillera Cantábrica un ambiente perfecto para reproducirse escogiendo generalmente laderas orientadas al sur. No significa que sea el único ambiente donde lo podemos encontrar, ya que también ocupa encinares del sur de la provincia de León, como bien puede dar fé de ello Jorge Falagán.

Vista general del pechiazul (Luscinia svecica) cantando en su ambiente típico de la Cordillera.

Pechiazul (Luscinia svecica) cantando con sus plumas revueltas por el viento

Los pechiazules llegan a sus zonas de cría a principios de la primavera y en muchas ocasiones son sorprendidos por nevadas tardías teniendo que refugiarse en zonas más bajas. Además el viento agita los piornos vilmente y estas pequeñas aves suportan estoicamente dichas adversidades. En general, el pechiazul tiene varios posaderos "favoritos" desde los cuales emite su canto para atraer a las hembras y marcar el territorio. Cuando cambia de un posadero a otro despliega sus mejores galas, vuela cantando y batiendo las alas para después dejarse caer lentamente con sus alas y su cola abiertas por completo sobre la frágil rama desde la que seguirá cantando. Su cola presenta una coloración naranja intensa que convierte al display del pechiazul en uno de los más espectaculares.

Pechiazul (Luscinia svecica) con la cola abierta parcialmente para equilibrarse ante las fuertes rachas de viento que azotaban el piorno desde el que cantaba.

Además del llamativo pecho, el interior de su pico es de un amarillo brillante que destaca al ser abierto, de hecho recuerda al color del pico de los pollos de cualquier ave cuando piden comida de forma insistente a sus padres. Este año ha sido especialmente bueno en cuanto a avistamientos de pechiazules ya que en la zona donde los suelo ver cada primavera vi un total de 4 ejemplares. Alguien puede considerarlo una miseria, sin embargo para mi supuso un alegrón.

Pechiazul (Luscinia svecica) cantando a contraluz

Pechiazul (Luscinia svecica) mostrando sus mejores galas

De vez en cuando, entre canto y canto, el pechiazul baja al suelo y busca alimento. Sus movimientos son furtivos y es complicado seguirlo. Contrastan por tanto de forma estrepitosa sus dos comportamientos haciendo que sea un ave que se deja ver perfectamente mientras canta pero que pasa completamente inadvertida mientras busca alimento. Pequeñas larvas, orugas y gusanos fueron las presas capturadas por el ejemplar durante las observaciones.


Pechiazul (Luscinia svecica) con ceba en el pico.

Con colores mucho más discretos ocupan el límite superior de los matorrales aves como los bisbitas alpinos (Anthus spinoletta) o las alondras (Alauda arvensis). Generalmente se alimentan en el suelo y pasan desapercibidas aunque a veces escogen alguna atalaya para emitir su canto. Las alondras y bisbitas en general emiten un canto en vuelo continuo y lleno de gorgoritos mientras se dejan caer desde gran altura para finalmente posarse sobre una roca.

Alondra (Alauda arvensis) posada en un piorno.

Bisbita alpino (Anthus spinoletta) posado en un brezo.

Otro grupo de aves comunes en las zonas de matorral son las currucas. En la Cordillera utilizan estos ambientes principalmente la curruca rabilarga (Sylvia undata), la curruca zarcera (Sylvia communis) y en menor medida la curruca mosquitera (Sylvia borin). La primera casi siempre la he visto asociada a brezales de diferente tipo. La curruca zarcera aparece en multitud de ambientes que van desde los piornales de alta montaña hasta las rosaledas y saucedas de ribera. La curruca mosquitera me ha sorprendido para bien este año por la abundancia de ejemplares detectada. Es una especie que en general pasa muy desapercibida ya que rara vez sale al descubierto. Las zonas de piornal son lugares complicados para el avistamiento, a excepción de las especies que reclaman desde llamativas atalayas. Detecté varias mosquiteras por canto y fue cuestión de esperar. No obstante y como curiosidad, decir que en casi ninguna ocasión utilizaban zonas despejadas para cantar. Se quedaban en zonas intermedias y tupidas y solo eras capaz de ver una sombra moviéndose entre la espesura.

Curruca mosquitera (Sylvia borin) posada en un piorno cantábrico.

Curruca mosquitera (Sylvia borin) posada en un piorno seco.

Curruca zarcera (Sylvia communis) junto a un rosal silvestre (Rosa canina).

Sin embargo el género Sylvia no es el único bien representado en los matorrales cantábricos ya que otro grupo, el de los escribanos, también utiliza estos ecosistemas regularmente para llevar a cabo su ciclo vital. Las tres especies que solemos encontrar en estos ambientes en la Cordillera son el escribano montesino (Emberiza cia), el escribano cerillo (Emberiza citrinella) y escribano hortelano (Emberiza hortulana). Estas aves granívoras (mirando la forma de su pico se deduce fácilmente de que se alimentan) recurren como otras muchas aves a la captura de insectos para cebar a sus pollos, ya que el aporte proteico es mucho mayor. El canto del montesino es discreto mientras que los cerillos y hortelanos emiten un canto bastante estridente e inconfundible y localizarlos es relativamente sencillo en primavera.

Escribano cerillo (Emberiza citrinella) sacudiendo sus plumas.

Escribano hortelano (Emberiza hortulana) cantando en un piorno.

Como muchos sabréis el escribano hortelano es el único escribano ibérico que viaja a África en una maratoniana migración. Esta es una época crítica para estas pequeñas aves que sufren un desgaste increible llegando a volar muchos kilómetros sin posarse en tierra. Además, en el caso del escribano hortelano, ha de añadirse un peligro más, y es que esta especie es considerada una delicia culinaria en algunas zonas de Francia (las Landas y Pirineos Atlánticos) y sigue practicándose la dantesca tradición de capturar en redes a estas avecillas, cebarlas en jaulas y comérselas de una forma primitiva. Hay que decir que a pesar de que esta práctica es ilegal, sigue practicándose. Esto supone que cada año hasta 80000 escribanos hortelanos sean capturados y sirvan de alimento a fartones adinerados, suponiendo el declive de la especie en muchas zonas de Europa. Pinchando AQUÍ podéis ver un video de la barbarie que sigue cometiéndose cada año en el paso migratorio de estas aves por Francia y AQUI como las autoridades intentan combatir esta masacre.




Escribanos hortelanos (Emberiza hortulana) perchados sobre piornos en la Cordillera Cantábrica.

Afortunadamente en nuestro país no existe dicha práctica y los escribanos crían con relativa tranquilidad. En general escribanos hortelanos y pechiazules escogen en la Cordillera las mismas zonas para reproducirse y no es raro observar individuos de ambas especies al mismo tiempo. A pesar de ser menos llamativo que el escribano cerillo, el hortelano me parece el escribano más bonito de nuestra península. La bigotera amarillenta y la cabeza olivacea además del pico rosado le dan una belleza particular.

Ejemplar juvenil de escribano hortelano (Emberiza hortulana)

No solo pequeños pajarillos utilizan los matorrales cantábricos para vivir, sino que el grueso de las gallináceas de la Cordillera desarrollan su ciclo vital o al menos gran parte del mismo en piornales y escobales. Destaca el ejemplo del urogallo cantábrico (Tetrao urogallus cantabricus), cuyas hembras sacan adelante a sus polluelos en lo más enmarañado de los matorrales, evitándo así multitud de predadores y encontrando abundancia de saltamontes y otros artrópodos de los que alimentarse. Además no podemos olvidar las arandaneras que suponen un alimento básico para la especie. Perdices rojas (Alectoris rufa) y pardillas (Perdix perdix hispaniensis) encuentran en los matorrales su hábitat natural, criando en el suelo entre los brezos y alimentándose en los campos aledaños donde crecen plantas como la genciana (Gentiana lutea).

Perdices pardillas (Perdix perdix hispaniensis) alimentándose en invierno en un claro bajo una escoba.

Perdiz roja (Alectoris rufa)

Son muchas más las aves que antes o despues pasan por este tipo de ambientes pero he mencionado las más representativas y las que encuentran realmente su hogar en los matorrales de la cordillera. Espero que haya merecido la pena la espera y pronto la segunda parte de este repaso de la fauna de los matorrales.